Boisaca…¿Misterio resuelto?

El 5 de mayo de 1988 es una fecha que jamás olvidarían José Aira Martínez y Carlos Castro, ambos operarios del tren Rías Altas. Aproximadamente a las once de la noche, el tren salió de Santiago de Compostela rumbo a Madrid.

Estación de tren de Santiago de Compostela

A la altura de los parajes de San Lorenzo, a 6 Km de Santiago, en una curva próxima al puente de Paradas, divisaron a una persona caminando por las vías de ferrocarril. Lo hacía de espaldas al tren como si no fuera consciente de la circulación del mismo.

En medio de los raíles, con los brazos en cruz, y como si fuera ajeno a lo que se le venía encima, aquella figura no se movía de su emplazamiento.

Los dos operarios pulsaron repetidas veces los dispositivos luminosos y sonoros instalados en la máquina de tren, pero el caminante hacia caso omiso a las señales. Sin poder detener el tren a tiempo, los dos operarios fueron conscientes de que sería arrollado. Tal y como sucedió.

Una vez detenido el tren, se apearon equipados con linternas y se encontraron de frente con el horror. El cuerpo mutilado por el accidente, de lo que parecía ser un joven, permanecía inmóvil en las vías.

José, aterrado se puso en contacto por teléfono con el Jefe de Línea de Santiago de Compostela, Luis Vázquez. Este último comunicó a la Policía lo ocurrido y estos se personaron de inmediato en el lugar del accidente.

Antolín Doval, comisario de policía, relata como el cuerpo estaba horriblemente mutilado y deformado. y sobre todo le llamó la atención algo muy extraño. Las orejas del individuo estaban muy adelantadas en el rostro. Y sobre todo destacaba el hecho de que eran planas en el pabellón auditivo, sin circunvoluciones.

Antolín Doval

El informe policial redactado posteriormente detallaba lo siguiente:

Barón con estatura de 1´65, de raza blanca y complexión normal. Pelo negro corto y liso. Ojos marrones.

El cadáver vestía ropa de marca. Camisa gris azulada y un jersey gris con hombreras. Pantalón negro y deportivas blancas. Tanto la ropa como el calzado eran de tallas que quedaban grandes al joven, lo cual era algo muy extraño.

Pero más aún era la dentición del cadáver. Varias de sus piezas dentales estaban extrañamente afiladas.

En los bolsillos del pantalón se encontraron tres billetes de 5000 pesetas, uno de mil y dos monedas de 5, con lo cual la teoría de que podía ser un vagabundo o mendigo prestando atención a la talla de los ropajes, quedaba descartada.

La autopsia efectuada en el Instituto Forense puso de relieve la extraña morfología del cuerpo, así como lo complicado del estudio odontológico. Los especialistas llegaron a una conclusión unánime.  El cuerpo presentaba signos de primitivismo y oligofrenia, típico de enfermos mentales profundos.

El joven fue sepultado en el cementerio de Boisaca, tumba 7621.

Cementerio de Boisaca

La Policía intentó identificar el cadáver por sus huellas dactilares, pero fue imposible, no coincidían con ninguna de las registradas en las bases de datos ni tampoco en las de los archivos de personas desaparecidas. Aquel joven parecía no existir oficialmente.

Se solicitó ayuda a la Interpol, la cual tampoco tenía registro de aquellas huellas, incluidas las cotejadas con desaparecidos en el norte de Portugal y Francia.

La Policía científica rastreó terrenos, casa e incluso instituciones de acogida esperando encontrar alguna pista, pero todo fue inútil. Además, nadie reclamó el cuerpo ni le conocía una vez se publicaron fotografías en prensa.

Nadie, excepto una testigo llamada María González, lo había visto llegar a las vías del tren. La testigo contó como vio al joven con una bolsa al lado mientras colocaba piedras a modo de círculo en el suelo. Estos símbolos fueron encontrados y aún nadie sabe que pueden significar. Tan solo circula la idea de si podían tener relación con invocaciones que de esta manera se realizaban en antiguas culturas. Nunca se supo que contenía la bolsa ni se encontró en el lugar.

Pasados veinte años el misterio de a quien pertenecía el cuerpo quedó resuelto. Las huellas coincidían con las de Oscar Ortega Vasalo, un joven de 22 años. Su desaparición había estado expuesta en una web de personas desaparecidas durante todos esos años. Sin embargo, el cuerpo no había sido reclamado ni tan siquiera por su madre, una farmacéutica de Vigo.

La mujer cuenta como Oscar había tenido una mala experiencia en el servicio militar. Una vez terminó dicho servicio se trasladó con su madre a Castelldefels, donde el joven pretendía opositar a la Seguridad Social.

Cierto día, la madre de Oscar, al llegar a casa, se encontró con una nota en la que le decía haberse ido de vacaciones. Sin embargo, era extraño que solo faltaba el DNI de Oscar. Se había marchado con lo puesto. A partir de entonces nunca más supo de él.

INTER-SOS, web de personas desaparecidas

Quedó así resuelta la identidad del cadáver, pero y ¿aquella extraña dentición y la morfología de sus orejas? ¿Los símbolos de piedra? ¿La bolsa desaparecida?

Quizá nunca se sabrá y el caso del caminante de Boisaca tenga aún más misterios que nadie conoce.

¿Darías por concluida la investigación del caso de Boisaca?

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