Gador y el hombre del saco

La leyenda del hombre del saco o sacamantecas tiene un origen real, basado en unos terribles hechos acaecidos en el año 1910 en la población de Gador en Almería, sur de España.
El lugareño Francisco Ortega, de 55 años, apodado «El Moruno», padecía una enfermedad incurable en aquella época, la tuberculosis. Padecerla era estar condenado a morir, y muchos eran los que buscaban remedio desesperadamente. Francisco acudió a la casa de Agustina Rodríguez, sanadora y curandera. Esta, le remitió a la única persona, que, en su opinión, podría sanar al enfermo.
Aconsejado por Agustina, Francisco se presentó en la vivienda de Francisco Leona Romero, que además de ser el barbero de Gador, era conocido por ser curandero y no demasiado apreciado por sus vecinos debido a sus actos delictivos. En aquel momento Leona era viudo y tenía 75 años.

Francisco Leona

Leona le pide al enfermo 3000 reales a cambio de sanarlo bebiendo sangre de un niño y elaborando un emplasto con las grasas del pequeño. Era una creencia muy extendida que la cura a la terrible enfermedad podía llevarse a cabo de dicha manera.
Una vez pagada dicha cantidad, el curandero, acompañado del hijo de Agustina, Julio Hernández «El Tonto», procedieron al secuestro del niño Bernardo González Parra, de 7 años de edad. El 28 de junio de 1910, en un descuido de los padres del pequeño, Francisco y Julio lo raptan, llevándoselo en un saco. Este particular hecho es el que dio lugar a la leyenda de los sacamantecas y los hombres del saco.

Julio Hernández «El Tonto», Francisco Ortega «El Moruno» y Agustina Rodríguez

Agustina esperaba la llegada de tan horrible grupo en un apartado cortijo llamado San Patricio. Llegada la noche comenzaron el ritual y para ello procedieron a efectuar un corte en la axila del desafortunado Bernardo. De inmediato mezclaron la sangre que brotaba de la herida con un poco de azúcar y se la dieron a beber a Francisco Ortega.

Francisco Ortega «El Moruno»

Era la primera parte del horrible crimen. A continuación, llevaron al pequeño a un lugar apartado en la sierra llamado Las Pocicas, donde Francisco Leona aplasto completamente el cráneo del chico con una piedra. Una vez fallecido procedió a extraerle toda la grasa abdominal para preparar el emplasto que Ortega debía aplicar en su pecho para así intentar completar la sanación.

El cortijo San Patricio


Una vez acabaron, dejaron el cuerpo en una grieta tapándolo con hierbas y rocas. Sabían que era un lugar de difícil acceso y que nadie encontraría.
Cuando Leona repartía las ganancias de tan cruel fechoría, intentó engañar a Julio, y este, enfadado se presentó en el cuartel de la Guardia Civil contando que por casualidad había encontrado el cuerpo de Bernardo en su mísera tumba cuando perseguía unos pollos de perdiz.

La Guardia Civil, con el teniente Ángel Bueno al frente de la investigación, encontró el cadáver del niño boca abajo, con el cráneo totalmente destrozado. De inmediato los vecinos de Gador señalaron a Leona como culpable debido a sus antecedentes. El informe de la autopsia reflejaba lo siguiente:

—»Heridas múltiples en la cabeza, con rotura de huesos, algunos de
cuyos trozos se introdujeron en la masa encefálica producidas por
«cuerpo contundente», como una piedra, palo u otro cuerpo duro,
manejado con bastante fuerza».
—»En la axila izquierda del cadáver presenta una herida profunda
producida por arma punzo-cortante que mide 4 cm. de longitud, arma que
manejada de abajo a arriba dio lugar a que su punta saliera por el hombro,
donde produjo una herida de 2 CM.»
—»En el vientre existía una herida de bordes limpios debida a arma
cortante, que empezando más abajo de la boca del estómago, terminaba
en el pubis. Los intestinos aparecían al exterior y estaban cortados por el
duodeno, como a tres centímetros de su salida del estómago, y por el
recto. Todo el colón ascendente transversal y descendente apareció en
absoluto desprovisto de epiplón y grasa.
Falta todo el peritoneo, del cual no aparecen ni vestigios. El hígado está
integro, como el diafragma y toda las vísceras de la cavidad pectoral,
razón por la que se deduce que el niño murió como consecuencia de las
lesiones causadas en la cabeza, y que después de su muerte le fue
abierto el vientre.»

Leona inculpó a Julio Hernández y este a su vez inculpaba al curandero. Finalmente, ambos confesaron su participación en el crimen.
En el juicio celebrado se condenó a muerte por garrote vil a Francisco Leona, pero no pudo llegar a ser ejecutado ya que murió en prisión. El Moruno y Agustina sí que fueron ejecutados a garrote vil. José, un hijo de Agustina fue condenado a 17 años de cárcel por encubrimiento del asesinato. También fue acusada Elena, esposa de José, pero se demostró su inocencia y fue absuelta finalmente.

El teniente Ángel Bueno
El juicio de Gador
El fiscal Juan Bonilla y el juez Ramón Estévez

Respecto a Julio Hernández, en un principio condenado a la pena capital, fue absuelto debido a ser considerado un demente.
El crimen de Gador pasó a formar parte de la crónica negra de España, y tal fue su repercusión, que la figura del hombre del saco o sacamantecas se constituyó en un ser de leyenda que hasta hace no mucho tiempo se utilizaba para asustar a los niños en su educación.

No fue Leona el único hombre del saco en España, ni tampoco terminó con él la creencia de la sanación con sangre y grasas corporales. Estas prácticas estaban muy arraigadas en la cultura popular y solo el paso de los años y la evolución en la medicina y la educación pudieron terminar con tales costumbres.

Pedro Hérnandez, padre de Julio, Francisco Leona, «El Tonto» y José Hernández
El cortijo San Patricio en la actualidad

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